Los diputados ni discutieron la propuesta ni conocían lo que aprobaron.
Al paquetazo fiscal aprobado la semana pasada en el Congreso es
imposible atribuirle el nombre de “pacto fiscal” con que el Gobierno
quisiera justificarlo. ¿Cómo va a ser un “pacto”, si ni siquiera quienes
lo aprobaron sabían qué era lo que estaban aprobando? Los diputados, a
quienes nunca mejor les quedó el mote de diputíteres, simplemente
siguieron las órdenes de aprobar lo que les mandaron y levantaron
obedientemente la mano cuando se les requirió.
Por si queda alguna duda
de que no hubo discusión, basta solo leer el reportaje publicado
un par de días después por Jessica Gramajo, aquí mismo en Prensa Libre: “Luego de varias consultas se hizo evidente que los diputados que
apoyaron el paquete fiscal desconocían su contenido y sus posibles
efectos. Uno de ellos fue el presidente del Congreso, Gudy Rivera...”.
¿Qué tan patético puede ser el caso para que ni siquiera el mismo
presidente del Congreso supiera bien lo que se aprobó? ¿Podemos creer
algo distinto del centenar más de diputíteres que aprobaron el
paquetazo? Lo dudo.
Y es que no podía ser distinto. ¿A qué hora iban a tener tiempo
los diputados siquiera de leer, no digamos entender, el paquetazo
fiscal, si este pasó a la velocidad de la luz por sus manos —si es que
siquiera lo vieron pasar—? Se llevó apenas una semana desde que el
paquetazo fue presentado al Congreso hasta que fue aprobado de “urgencia
nacional”, y eso que en el ínterin recibió el dictamen favorable de la
Comisión de Finanzas.
Que no lo engañen. No existió ni hubo tal “pacto fiscal”. Lo que
hubo fue lo mismo de siempre, una negociación de intereses entre quienes
tenían la sartén por el mango. Todos los demás no contamos y somos los
mismos chivos expiatorios y paganos de siempre.
La negociación la hicieron quienes prefirieron que los dividendos
quedaran gravados al 5% que al 10%, como les había amenazado el
Gobierno. La hicieron quienes vieron que se les acababa la gallinita de
los huevos de oro de más de Q2 mil millones anuales en contratos y que
negociaron los votos de su grupo de diputíteres —que de seguro hasta la
fecha ni han caído en la cuenta de cómo los negociaron—, a cambio de
que les restablecieran el negocio, lo que el Gobierno diligentemente les
cumplió hace un par de días.
Por eso es que siempre he recalcado la importancia del Congreso y
de quienes llegan allí en un sistema tan nefasto como el que tenemos
actualmente. Si no se tienen personas con principios allí, los pícaros
harán y desharán a su sabor y antojo. Los malos diputados simplemente
aprovecharán para subirse a la ola y sacar raja de las negociaciones.
Los ingenuos ni cuenta se darán de cómo los negocian.
De ahí que todavía más importante sea cambiar el sistema, para
acercarnos a una verdadera república en la que los pícaros no puedan
hacer tanto daño pasando encima de los derechos de los habitantes del
país. Todo ello refuerza mi convicción de que la única salida, en el
largo plazo, es realizar los cambios al sistema que propusimos en
ProReforma.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 23 de febrero de 2,012.
Caricatura original de Gary Varvel, caricaturista del Indianapolis Star.
2 comentarios:
Mala señal si algo tan importante lo pasaron sin conocerlo que podemos esperar. Urge reformas a la Ley Electoral y de partidos políticos. Mientras siga este modelo estamos condenados a tener lo peor como representantes del pueblo que estoicamente o estúpidamente aguanta con todo!
Entre los requisitos para ser diputado debería estar saber un poco de Derecho en virtud de lo importante de su trabajo que es LEGISLAR, no es posible que hasta un analfabeta pueda llegar a levantar la mano al Congreso.....
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