El éxito es de los deportistas, no de los guatemaltecos ni mucho menos de los politiqueros.
El sábado, Érick Barrondo coronó el esfuerzo de varios años con una
medalla de plata olímpica. La mayoría de guatemaltecos nos alegramos
-muchos hasta las lágrimas- al observar el triunfo muy bien ganado de
este compatriota, hazaña que ningún otro guatemalteco en 50 años de
participación olímpica había logrado. Ahora bien, ¿es este un triunfo de
los guatemaltecos? Como bien lo dijo John F. Kennedy, “el éxito tiene
muchos padres, pero el fracaso es huérfano”. Ahora resulta que este
éxito de Érick Barrondo, su entrenador Rigoberto Medina y el equipo de
marcha es un triunfo de “los guatemaltecos”, de la dirigencia deportiva, de los medios y hasta de los
politiqueros guatemaltecos.
Pues no, no es un triunfo de los
guatemaltecos ni de la dirigencia deportiva ni mucho menos de los
politiqueros guatemaltecos. Es un triunfo de Érick Barrondo.
Los demás podemos alegrarnos de su triunfo y desearle muchos más
éxitos. Sentirnos orgullosos de que un compatriota haya logrado tal
propósito. Emocionarnos de ver la bandera de Guatemala ondear por
primera vez en la historia en una premiación olímpica. Sentirnos
motivados a alcanzar metas más grandes, siguiendo el ejemplo de
Barrondo. Pero hasta allí.
No fuimos “los guatemaltecos” quienes sufrimos las largas,
monótonas y agotadoras horas de entrenos. No fuimos nosotros quienes
padecimos las limitaciones que generalmente pasan la mayoría de
deportistas en nuestro país. No fuimos nosotros los que limitamos
nuestra vida familiar, sentimental, social y hasta educativa por
enfocarnos en el propósito de llegar a alcanzar una medalla olímpica.
No sé usted, pero yo lo más que podría argumentar es que una
infinitesimal parte del 3% de los impuestos que me ha quitado la SAT se
utilizó en el entrenamiento de Barrondo y de los otros 18 deportistas
guatemaltecos que tan buenos resultados han obtenido en esta Olimpiada. O
que este año intenté entrevistar al entrenador Medina y a sus muchachos
antes de que partieran para Londres pero no se pudo, por la disciplina
de los entrenos. Nada de eso me da ninguna justificación moral para
apropiarme de un éxito que no me corresponde.
Por eso es que me parece tan chocante —sin quitarle lo ridículo—
que ahora el éxito de Barrondo tenga tantos “padres”, especialmente
entre la dirigencia deportiva y entre los politiqueros de turno, para
variar, saludando con sombrero ajeno. Si a esas vamos, cualquier premio o
recompensa que se les dé a los deportistas con dinero de los
tributarios es eso, dinero de los tributarios, no del presidente, no de
los diputados, no de los dirigentes deportivos, y como tal se debe ver.
Me entristece, por otro lado, ver que hay personas que ni
siquiera pueden alegrarse por el éxito ajeno y siempre van a encontrar
algo de que agarrar su mezquindad para criticar las victorias de los
otros. En esas ocasiones siempre recuerdo ese rótulo pintado en la pared
de una empresa de Amatitlán: “Sin envidias, alegrémonos del bien
ajeno”.
Yo, al menos, me he alegrado y me alegraré mucho con los éxitos
de los deportistas guatemaltecos. Así que felicito a todos los que ya
participaron y espero con ansias ver las competencias de los que todavía
faltan.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 9 de agosto de 2,012.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario