¿Será que algún día nos enteraremos de lo que realmente pasó?
La renuncia del superintendente de Bancos y de la intendente de
Verificación Especial la semana pasada es uno más de los incidentes que
levantan sospechas sobre la estrategia nada lenta -y por lo visto muy
segura- de toma del control del poder en las diferentes instituciones de
la administración pública. Muchos rumores y denuncias han corrido
desde que Víctor Mancilla presentó su renuncia a la SIB por “razones
personales” y Susan Rojas renunció a la IVE, argumentando solidaridad
con el superintendente.
¿Existieron o no presiones para que renunciaran? Difícilmente alguna
vez lo sabremos a ciencia cierta. Es usual que funcionarios públicos
renuncien a sus cargos y argumenten razones “personales” para hacerlo
como una manera fácil de evadir la verdadera razón de las renuncias.
Sus razones tendrán, desde temer por su futuro laboral hasta, en
algunos casos, temer las consecuencias que sobre ellos o sus familias
podría tener decir lo que realmente sucedió. Por supuesto, tampoco se
les puede obligar a que lo digan.
Lo importante es que nos percatemos de lo frágil y hasta
inservible que en algunos momentos puede ser el sistema en el que
vivimos. En este caso particular, más que incluso la SIB es la IVE la
que se presenta como un botín político nada despreciable. Es la IVE la
que primero tiene acceso a información de los movimientos “inusuales” en
las cuentas bancarias, información que puede ser utilizada para fines
ajenos a aquellos para los cuales supuestamente existe.
Alternativamente, el control de la IVE puede aprovecharse para ocultar
información que podría meter en problemas a más de algún funcionario y
exfuncionario. Como suele suceder en mucha de la regulación absurda en
nuestras latitudes, quienes actúan correctamente son quienes más se ven
afectados por la misma, incurriendo en costos y retrasos innecesarios y a
veces por sumas ridículas. Mientras que por el otro lado, es muy raro
que nos lleguemos a enterar de algún hallazgo que relacione a
funcionarios o “contratistas del Gobierno” en donde las transacciones
son millonarias y no pasa nada.
También sucede que los gobernantes buscan la manera de poner en
esos puestos clave a funcionarios “amigos” que sirvan, por un lado, para
perseguir a los enemigos y, por otro, para tapar a los propios.
¿Qué va a pasar en las actuales circunstancias? Lo desconozco pero
la experiencia me indica que hay que desconfiar de los políticos,
especialmente cuando están gobernando. Lamentablemente, solo con el
tiempo podremos saber si a quienes escojan servirán para lo
anteriormente mencionado, o harán correctamente su trabajo.
Simplemente es muy improbable, por no decir imposible, que los
movimientos realizados por los cercanos al poder no levanten sospechas.
Aún si creyéramos que solo el 1% de todo el presupuesto se pierde en
corrupción, ello representa unos Q600 millones. Recordemos que la misma
vicepresidenta en sus tiempos de llanura se refirió a porcentajes mucho
más altos que ese. Y entonces, ¿se pueden desaparecer Q600, Q6 mil o Q12
mil millones sin que nadie se percate de ello, pero cuando alguien
alejado del poder quiere depositar US$5 mil casi lo hacen pasar por el
detector de mentiras? No es computable…
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 2 de agosto de 2,012.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario