A raíz de mi artículo de la semana pasada en el que argumento que no podemos aceptar como palabra de Dios la versión de que el calentamiento global es culpa del hombre, nuevamente me llovieron las críticas hacia mi ignorancia de lo que la “mayoría” considera la palabra revelada del dios del cambio climático.
Lo que no me esperaba es que me igualaran a quienes niegan el Holocausto (particularmente considerando mi, aunque lejana, ascendencia judía). Pero los ya bastantes años de andar en estas lides me han enseñado a no tomarme a pecho tales expresiones.
Lo que es interesante es esa tendencia a utilizar el argumento de “la mayoría” (ad populum, dirían los entendidos) para descalificar a todos los demás, como si de repente, ahora resulta que las verdades científicas se deciden por votación. Algún indicio tenía yo, pero este argumento no hace más que confirmar que, por lo menos en cuanto al cambio climático se refiere, la ciencia se ha politizado.
Ya no importa qué tan veraces o falaces sean sus afirmaciones, lo importante es a cuántos logra convencer. Si convence a “la mayoría”, sin importar qué tan descabelladas sean sus explicaciones, ya está hecho: sus argumentos serán aceptados por “la comunidad”. Los que argumenten algo distinto serán considerados herejes, sin derecho a la razón.
Y entonces yo me pregunto: ¿no va esta versión democrática de la ciencia en contra de todo lo que representa la investigación científica? ¿Acaso no todos los adelantos revolucionarios en la ciencia se han dado precisamente de cuestionar el statu quo, las creencias establecidas?
¿Se imagina dónde estaríamos si Galileo y Copérnico no hubieran cuestionado lo que todos, ni siquiera la mayoría, consideraban “la verdad”? De hecho, creería que casi todos los grandes científicos que hicieron posible los descubrimientos que ahora nos permiten tener un nivel de vida muy superior al que se tenía hace apenas un par de siglos, en algún momento de su investigación estuvieron en contra de la opinión de “la mayoría”.
Sigo resistiéndome a creer que debo aceptar el argumento del antropogenismo del cambio climático como la única explicación, como “la verdad”, cuando todavía hay tantísimas variables que desconocemos, tantas hipótesis por confirmar, tantos estudios que apenas empiezan a surgir y que no todos apuntan hacia la visión apocalíptica que “la mayoría” cree.
Pero no me crea a mí. Investigue y se dará cuenta de que aunque la democracia científica diga que vamos derechito hacia la autodestrucción, existen también muchos científicos que están investigando otras hipótesis, que están verificando qué tan rápido se dan los cambios, si podemos hacer algo o no. Yo, por mi parte, prefiero seguir escéptico ante todo lo que parezca un dogma que alguien me quiere imponer. O si lo quiere ver en términos de la democracia política, por el momento me quedo en la oposición.
Publicado en Prensa Libre el 19 de julio de 2007.