Finalmente saldremos de la inquietud.
Para darle cierre a mi artículo “Se acabó”, que publiqué antes de la primera vuelta electoral, ahora sí, indistintamente cuál sea la visión de gobierno y Estado que cada uno tengamos, se acabó la espera y la inquietud sobre quienes tendrán a su cargo administrar los fondos de los tributarios durante los próximos cuatro años.
Yo reafirmo mi convicción de que, indistintamente de quien salga electo el domingo, la cosa seguirá más o menos igual, con distintos matices, sí, pero no con muchas diferencias, hasta que no entendamos que el problema no es quién llega a la silla de los Q40 mil millones anuales, sino el sistema y las instituciones.
Como siempre, parezco ir contracorriente o “a contravía”, como diría Estuardo Zapeta. No soy partidario del presidencialismo que tanto ha predominado, no sólo en Guatemala, sino en toda Latinoamérica, durante tanto tiempo.
No me creo el cuento de que el Chapulín Colorado, Superman, las Chicas Superpoderosas o algún otro superhombre (o supermujer, uno nunca sabe) llegará a resolver todos nuestros problemas y a sacarnos del subdesarrollo. Es más, creo que esta mentalidad, tan fomentada por los políticos en esta y en casi todas las campañas desde que el país es “democrático”, es una de las principales razones de nuestro subdesarrollo, pobreza y rezago.
El que la expectativa por el resultado de las elecciones del domingo sea tanta y que mucha gente espere que Otto Pérez Molina o Álvaro Colom sean la solución para sus problemas es tan solo una muestra más de que ese tan dañino mesianismo salvador y la absurda esperanza de que sea un hombre honrado y honesto quien les dará solución a los problemas del país, aún siguen profundamente enraizados en la mente de los electores.
Parecemos seguir sin entender que el problema no está en las personas sino en el sistema.
Mientras no corrijamos el sistema, seguiremos siempre eufóricos en las campañas políticas y decepcionados a los pocos meses, y la cosa seguirá siendo un sube y baja de pasiones, porque siempre estaremos esperando al siguiente, al que sí va a ser honrado, al que va a ser inteligente, al que va a ser capaz, al que va a tener carácter, al que va a tener conocimiento, al que todo lo puede, sin comprender que nunca llegará esa persona ideal.
Independientemente de quien llegue a la silla, repito, no va a cambiar el rumbo sin norte que actualmente nos lleva dando tumbos, más para atrás que para delante, en el camino del desarrollo. Este domingo, o a más tardar lunes, al fin sabremos quién ocupará esa tan codiciada silla. Lo que no sabremos ni tendremos claro será cuándo por fin dejaremos de creer en ese tan dañino presidencialismo, ni cuándo entenderemos que los cambios son del sistema. Yo, por eso, voto por Pro Reforma...
Publicada en Prensa Libre el jueves 1 de Noviembre de 2007.
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