Los accidentes de tránsito en general y los del transporte colectivo en particular siempre se han dado y jamás se podrán erradicar por completo; sin embargo, el problema actual, manifestado a raíz del bus que se accidentó en la Curva del Chilero y le costó la vida a más de medio centenar de guatemaltecos, el pasado viernes, tiene otras raíces. Esa raíz es la irresponsabilidad, pero no solo la del piloto que manejaba a excesiva velocidad, ni la del empresario que lo contrató sin licencia y nunca controló su desempeño, sino principalmente de los funcionarios que supuestamente deben velar porque estos percances se minimicen, y no lo han hecho.
Lo triste del caso es que esos funcionarios saldrán tan campantes como siempre, sin dar cuentas a nadie de su irresponsabilidad.
Los funcionarios siempre han tratado de vender la idea de que el mercado no tiene controles y, si se deja libre a las personas para actuar, el caos reinará. Como alternativa, se presentan ellos, que saben a ciencia cierta y con toda exactitud lo que puede y va a suceder y que por tanto están perfectamente capacitados para solucionar los problemas, antes incluso de que se presenten, siempre y cuando se les dé carta blanca para meter su mano peluda a través de una miríada de regulaciones.
Así, se arrogan el derecho de decidir quiénes pueden o no prestar el servicio de transporte y les establecen una serie de regulaciones con el supuesto propósito de velar por el bienestar de los usuarios. Nos venden la idea de que bajo sus controles y sanciones el transporte será más seguro, pero la realidad es muy distinta.
Los funcionarios no cumplen la tarea que ellos mismos se han arrogado y, como consecuencia de ello, suceden accidentes como el mencionado, pero a la hora de la verdad resulta que nadie es “responsable”. Nadie sabía que el piloto no tenía licencia, que el bus estaba defectuoso, que el bus iba sobrecargado, que ya tenía varias multas por exceso de velocidad.
Y entonces uno se pregunta: ¿para qué tanta alharaca con querer “reducir” las imperfecciones del mercado cuando con sus actos demuestran hasta la saciedad que ellos son mucho más imperfectos?
Hoy las mismas autoridades que se supone vigilan el cumplimiento de la reglamentación que ellos mismos imponen no están seguras de quién es el dueño y a quiénes se perseguirá penalmente por el siniestro. Pero tampoco se deducirán responsabilidades a esas autoridades que no cumplieron su labor.
Creo que debemos seguir una ruta distinta. La asignación exclusiva y coercitiva de rutas por parte del Gobierno no permite que los usuarios del transporte puedan escoger entre una gama más amplia de servicios.
La limitación de éstos hace que los dueños de las unidades se acomoden a que no se les puede sacar del negocio y, por consiguiente, la seguridad y el buen servicio les tienen sin cuidado. Eso sucedería menos si tuvieran que competir libremente.
Accidentes habrá siempre, pero muchos pueden evitarse con simples acciones, como liberar las rutas de transporte para que las preferencias de los usuarios se encarguen de mantener a los buenos servicios y sacar del mercado a los irresponsables y mediocres.
Si seguimos haciendo lo mismo, obtendremos los mismos resultados (ayer mismo hubo otro accidente) que hemos tenido desde que tengo memoria.
Artículo pulblicado en Prensa Libre el jueves 6 de marzo de 2,008.
2 comentarios:
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