Un temporal desnuda la cruda realidad de la corrupción en las obras públicas en Guatemala.
El reciente temporal que finalmente parece estar cediendo tuvo como
consecuencia trágica, varias decenas de muertos e incontables pérdidas
materiales para muchísimos guatemaltecos. Como corolario, terminó de
desnudar la triste y cruda realidad de la inmensa corrupción que ha
existido en Guatemala en la construcción de las obras públicas. Esto
debe quedar muy claro: el desastroso estado de la infraestructura
guatemalteca no es culpa de las lluvias, no es culpa de la depresión
tropical 12-E, es culpa de la corrupción e ineptitud de los gobernantes.
No deje que le den atol con el dedo. Si bien es cierto el temporal
fue largo y la lluvia cuantiosa, los problemas en la infraestructura
vial de Guatemala vienen de mucho atrás. De hecho, vienen desde cuando
se planifica y se construye. Y no es solo de esta administración, aunque
en esta se haya exponenciado la ineptitud y la corrupción, es solo que
en esta llegó la gota que rebalsó el vaso en la forma de una depresión
tropical.
Durante mucho tiempo, lo que se “sabía” era que los funcionarios
cobraban una “comisión” del 10% sobre todas las obras que le asignaban a
alguna empresa. Durante la administración de Portillo, el robo llegó a
tal nivel que la famosa “comisión” llegó, en algunos casos, al 40% de la
obra. De ahí que toda la obra pública en Guatemala tenga sobreprecios
que nadie en su sano juicio —si el dinero fuera de él— pagaría. Pero esa
solo es una parte de la historia. La otra es que debido a los “costos”
de la corrupción, lo que se construye para siendo mucho menos —tanto en
cantidad como en calidad— de lo que se paga.
El resultado es que en Guatemala pagamos carreteras AAA, pero
recibimos carreteras XXX. Y no es exageración, al precio que se paga el
kilómetro de carretera en nuestro país, en otros construirían autobahns.
No es de extrañar que los funcionarios corruptos siempre salgan con la
cantaleta de que no alcanza el dinero. ¡Por supuesto que no alcanza con
semejantes niveles de latrocinio!
Aquí hay que aclarar que la culpa y responsabilidad del desastre
de infraestructura que tenemos y de las vidas perdidas como consecuencia
no es exclusivamente de los funcionarios corruptos, sino de las
empresas contratistas del Gobierno, que toda la vida han consentido y
hecho fortunas a través de esa misma corrupción. Sí, ustedes, los
constructores también son responsables de la destrucción y las muertes
como consecuencia de la mal diseñada y peor construida infraestructura.
Y después de despilfarrar —y robarse— miles de millones de
quetzales en la construcción y mantenimiento de la infraestructura vial,
todavía tienen el descaro los actuales gobernantes de salir con lo
mismo de siempre: “se necesita más dinero”. ¡A otros tontos con ese
cuento!
Como dice María Dolores Arias, parafraseando la canción de
protesta: “Qué triste se escucha la lluvia en las carreteras de cartón”.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 20 de octubre de 2,011.
Foto: Prensa Libre, Angel Julajuj.
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