Todos los agoreros del estado benefactor se están rasgando las vestiduras, cubriéndose de ceniza, lamentándose en las puertas de los altares, gritando a pulmón partido la gran tragedia que según ellos será un supuesto “agujero fiscal” que se quedará cuando finalice la vigencia del Impuesto Extraordinario y Temporal de Apoyo a los Acuerdos de Paz, más conocido como Ietaap. Pero el famoso agujero fiscal es principalmente un agujero mental que parecen tener todos estos agoreros, incapaces de distinguir entre un efecto y una causa.
Para ellos, todo el problema es cómo se va a conseguir la gran cantidad de dinero que se necesita para el “gasto social”, aunque todos, ellos incluidos, tienen claro que realmente es para despilfarrar en gastos innecesarios y en sacar de la pobreza, no a los pobres ciudadanos, sino a los pobres funcionarios que, particularmente ahora que se va a iniciar un nuevo gobierno, llegan a resarcirse de todo lo que les costó llegar al hueso.
En ningún momento a estos agoreros se les pasa siquiera por la mente que el problema podría estar precisamente allí, no en los ingresos, sino en los egresos. Para ellos, lo que se gasta el Gobierno, por muy ineficiente, ineficaz, absurdo, tonto o simplemente corrupto que sea, es poco menos que la palabra revelada de Dios; que ningún simple ciudadano, por muy osado que sea, puede atreverse a cuestionar, so pena de que todas las plagas habidas y por haber, empezando por las de Egipto y terminando con las de los cuatro jinetes del Apocalipsis, recaigan sobre él y toda su familia, hasta la cuarta generación.
El que el famoso impuesto “temporal” haya durado ya más de una década y que todavía los burócratas no “están listos” para prescindir de él, les tiene sin cuidado. El que los impuestos al rendimiento de las inversiones, más conocidos como impuestos sobre la renta, sean uno de los principales factores que impiden que un país se desarrolle ya que son un obstáculo para que se realicen las inversiones necesarias para que todos mejoremos nuestro nivel de ingresos y de vida, también les tiene sin el menor cuidado.
Lo único que ese agujero mental les permite percibir es que se va a “perder” una fuente de ingresos para los que viven del erario, ya que su limitada visión, matizada por la circunstancia que nunca en la vida se han visto en la necesidad de hacer algo productivo sino que han vegetado parasitariamente sobre las espaldas de otros que sí son productivos, no les permite entender que la economía es lo más dinámico que existe.
La sola idea de que bajar impuestos puede aumentar la recaudación para ellos es anatema, digna de que sus ponentes sean quemados en la hoguera antes de que puedan contagiar a los demás ciudadanos con tan ponzoñosas y peligrosas ideas. Lástima que el agujero mental parece ser la norma y no la excepción. Amolados estamos.
Publicado en Prensa Libre el 11 de octubre de 2007.
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