Estamos a un paso de las elecciones generales, y ya podemos decir que la suerte está echada.
Los candidatos a los distintos puestos de elección popular, desde presidente hasta concejales, ya han hecho todo lo posible por ganarse la preferencia de sus electores, y ya no hay nada más que hacer con las poco más de 24 horas que faltan para que se cierre la ventana para hacer publicidad política. Ahora nos toca a los electores hacer nuestra parte.
La pregunta del millón, y que son pocas las personas con las que uno se encuentra que no la hacen es: ¿por quién votar? La respuesta no es sencilla y creo que hay que dividirla. Por un lado, estoy convencido de que lo más importante, en el largo plazo, es cambiar el sistema, lo que sólo se puede hacer desde el Legislativo, por lo que considero que la elección más importante de esta semana es la de los diputados.
En ese ámbito, mi recomendación es que no vote “en línea”, como algunos partidos han hecho campaña recientemente, sino que lo piense bien y busque, especialmente entre los partidos que no van en los primeros dos lugares de las encuestas, a candidatos que por lo menos tengan claros algunos principios y puedan hacer una diferencia en la próxima legislatura.
Los objetivos principales aquí creo que deben ser dos: a) no darle una aplanadora a cualquiera de los presidenciables que más opción tienen de ganar el Ejecutivo, y b) lograr que lleguen al Congreso personas con ideas un poco más claras que los anteriores congresistas, de quienes se pueda esperar que por lo menos estén anuentes a hacer los cambios que el sistema necesita.
Por otro lado, está la elección presidencial. Aquí también estoy convencido de que, mientras no se cambie el sistema, pocas serán las diferencias que notaremos entre los distintos aspirantes.
Serán distintos matices de un sistema similar, donde tal vez la diferencia principal sea que unos roben más o menos que los otros, pero de allí, todo seguirá casi igual.
Si creemos las encuestas publicadas recientemente en donde los que pasarán a segunda vuelta ya están “definidos”, no hay razón alguna para votar por algún candidato en particular, aunque no nos guste tanto, sólo para que pase a segunda vuelta, así que ese mismo “empate técnico” les da a todos los electores la libertad de evitar esas complicaciones y votar por quien sinceramente crean que pueda hacer un mejor papel, siempre dentro de los estrechos límites que permite el sistema actual, y relegar la decisión “pragmática” para la segunda vuelta.
Así que, si espera de mí un consejo para tomar su decisión de voto, aquí le va: en esta primera vuelta, vote por el candidato presidencial que más se acerque a su propia concepción de la vida.
No se deje influenciar por lo que digan las encuestas; la segunda vuelta no nos da tantas opciones, y allí la elección debe ser más limitada: cuál de las dos opciones restantes, si es que alguna, cree que será mejor (o “menos peor”, según lo vea) para el país.
Publicado en Prensa Libre el 6 de septiembre de 2007.
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