El gobierno pretende establecer un nuevo tributo bajo la falacia de que debemos ser “solidarios” con los que menos tienen. Lo irónico del asunto es que el mismo nombre es una contradicción de términos: “impuesto de solidaridad” (ISO). Simplemente no se puede ser “solidario” a la fuerza.
La solidaridad implica acción voluntaria; los impuestos, por definición, en un sistema como el nuestro, donde a los ciudadanos no se nos permite tener voto al respecto, no son nada voluntarios, se “imponen” a la fuerza, de otra manera se les debería llamar, por ejemplo, “contribución solidaria”, y cada quien debería poder decidir si la da o no. Así que no se deje engañar, lo del nombre es una simple estrategia de mercadeo para que los ingenuos caigan en la trampa.
Los políticos siempre se agarran de la misma excusa para justificar su completa incompetencia: “Si no nos dan más recursos, no vamos a poder cumplir con todo lo que ofrecimos”. Ayer mismo se publicaron declaraciones del viceministro de Finanzas, diciendo que la falta de estos nuevos impuestos “afectaría programas de inversión y gasto social en infraestructura, salud y educación, con consecuencias en lo económico y lo social”.
La cruda realidad es que desde que yo tengo memoria —y casi podría garantizar que desde siempre—, los presupuestos generales de malgasto de los políticos se han incrementado anualmente y, sin embargo, los resultados que ofrecen nunca se materializan.
Lo único que se puede ver palpablemente es a muchos políticos que antes de llegar a tener acceso al erario no tenían petate en donde caer muertos y luego resulta que ya tienen resuelta su vida, la de sus hijos, nietos y quién sabe cuántas generaciones adicionales, con todo y mansiones, carros y seguridad.
Más importante, creo yo, es la inconveniencia de incrementar los impuestos en medio de una situación tan difícil como la actual. En este sentido, la lógica de los funcionarios públicos me deja completamente anonadado. Veamos la nota, también publicada ayer, sobre las declaraciones del ministro de Finanzas en un comunicado de prensa reciente: “El funcionario insistió en que la aprobación de las propuestas permitirá enfrentar el escollo económico mundial, sobre todo los impactos en el país”.
O sea que el ministro de Finanzas finalmente entendió que estamos en medio de una crisis mundial y que ésta podría tener consecuencias en nuestro país (antes desestimaba tal extremo), pero que igual hay que subir los impuestos. Antes decía que, como la crisis no nos iba a afectar, se podían subir los impuestos; ahora dice que, porque la crisis nos va a afectar, hay que subir los impuestos. ¿Quién lo entiende?
La clave para entenderlo es sencilla. Como al resto de los políticos, le vienen del norte los aprietos en los que meta a la economía, a las empresas, a los trabajadores del país, siempre y cuando ellos logren poner sus manos encima de los recursos de los tributarios. Al fin y al cabo, la estadía en el poder es tan corta, cuatro años se pasan volando, y ellos tienen que aprovecharlos para asegurar su sobrevivencia por las próximas generaciones. ¿Y los demás, los que pagan los impuestos, los que probablemente se queden sin trabajo porque la empresa no los podrá seguir contratando, los que tendrán que cerrar su negocio porque simplemente ya no podrán operar? Esos a ellos no les importan. Así son los políticos. ¿Y usted qué esperaba? ¿Realmente se creyó lo de la solidaridad?