jueves, 22 de octubre de 2009

Justicia

Hemos avanzado, pero podemos hacerlo mucho más.

La elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y los magistrados de las Cortes de Apelaciones ha representado un gran cambio en la participación de la ciudadanía en temas que nos son comunes a todos y que tienen gran impacto en nuestras vidas. También nos ha mostrado los males que tiene el sistema y la necesidad de cambiarlo. Precisamente por eso es tan necesario el cambio que propone ProReforma.

Ahora que muchos han conocido más de cerca las complicaciones que tiene nuestro sistema político actual, es más relevante revisar lo que propone ProReforma para mejorar la administración de justicia, a través de reducir lo más que se pueda la injerencia política. Para ello propone varios cambios, entre los que destacan el carácter vitalicio de los magistrados, la conformación de las comisiones de postulación y la elección por sorteo en el Senado.

El carácter vitalicio es muy importante, por más razones de las que parecen aparentes. Primero, se les quita a los magistrados la necesidad de “quedar bien” con los políticos si desean continuar en los cargos. En el sistema actual, debido a que el plazo es de cinco años y se pueden reelegir, los magistrados con intenciones de ser reelectos tienen todos los incentivos para ser y dejarse manipular por los diputados, de quienes dependerán para que les “permitan” continuar. El carácter vitalicio les da independencia de los políticos.

Otra ventaja del carácter vitalicio es que solo la primera vez se va a elegir a todos los magistrados. Después, casi todas las demás elecciones de magistrados serán individuales (a menos que se murieran juntos varios en algún accidente o algo similar) lo que permitiría que se haga un mejor escrutinio de los candidatos por parte de la ciudadanía y la comisión de postulación. Pero adicionalmente, esto permite continuidad en la labor de la Corte, y no el borrón y cuenta nueva de cada cinco años con el sistema actual.

Algunos podrán creer que el carácter vitalicio de los magistrados sería un gran mal, porque si son corruptos, negligentes o incompetentes, se les tendría que aguantar durante mucho tiempo sin poder cambiarlos. Primero, no es que sean irremovibles; sí hay forma de removerlos del cargo, pero solamente si incurrieren en faltas que lo ameriten. Eso, añadido al proceso de selección, reduciría considerablemente ese riesgo.

Y en el proceso de elección, se reduce la injerencia política a través de dos cambios: la conformación de la comisión de postulación y la forma en que se eligen. La comisión de postulación estaría integrada solo por los decanos de las facultades de Derecho, más el presidente del Colegio de Abogados y el presidente del Tribunal de Honor de ese mismo Colegio. Todo el proceso de selección de los candidatos se debe hacer a través de audiencias públicas (como lo estableció también la Ley de Comisiones Postuladoras aprobada recientemente).

Por último, de entre los candidatos seleccionados por la Comisión Postuladora, los magistrados serían electos en el Senado por sorteo. Este último detalle busca, por un lado, evitar las componendas políticas, ya que ni los diputados ni los Senadores serían quienes los elegirían finalmente, y por el otro, se evita también el que los magistrados les “deban” el puesto a los políticos, como un diputado les indicó claramente a los magistrados recién electos.

¿Es perfecto el sistema que propone ProReforma? No. Pero de seguro es muchísimo mejor y menos político que el que tenemos actualmente.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 15 de Octubre de 2,009.

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