jueves, 22 de octubre de 2009

¡Ahí viene el lobo!

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.

La situación en Honduras se ha vuelto crítica con el regreso de Zelaya. En qué parará este impasse es algo que no creo que alguien realmente pueda saber. Lo que sí creo importante es que saquemos alguna enseñanza de toda esta triste situación. Y creo que la más importante es que es mejor resolver los conflictos cuando todavía no lo son que cuando ya se convirtieron en una crisis de implicaciones internacionales.

En el caso hondureño, si bien es cierto la gota que rebalsó el vaso fue el tema de la reelección, la cual está muy ex profesa y tajantemente prohibida en la Constitución hondureña, el problema venía de mucho atrás. Se veía venir con todos los abusos de poder de Zelaya desde tiempo atrás. Y es que los políticos en general, y los que tienen manías dictatoriales en especial —como suelen ser muchos de los gobernantes latinoamericanos, de antes y de ahora—, siempre tratarán de ver hasta dónde pueden estirar la pita. Son como los niños, que siempre andan viendo hasta dónde pueden llegar antes de que los castiguen.

Y así como los niños sin supervisión podrán cometer cada vez peores cosas hasta llegar a convertirse en verdaderos monstruos, así también los políticos, si no se les ponen límites, se aprovecharán del poder hasta llegar al punto donde convertirán a todos los habitantes de un país, primero en súbditos y luego en esclavos. Esa, de hecho, es la razón de ser de las constituciones: limitar el poder de los gobernantes para que no se conviertan en déspotas.

Y para quien no se haya percatado, eso es precisamente lo que ha pasado en Venezuela y en los demás países bajo su influencia. La estrategia es la misma: ir de paso en paso, lentamente, sin prisa. No porque no la tengan, sino porque saben que de esa manera las personas no se van a percatar cómo van perdiendo la libertad, hasta que ya es demasiado tarde.

El primer paso es utilizar los recursos públicos para comprar la voluntad de los pobres, lo que les garantiza el “poder” en las urnas. El siguiente es debilitar las instituciones del “Estado”. Si no pueden infiltrarlas, las compran; si no, las cambian. El siguiente paso es garantizar su permanencia en el poder, para ello deben eliminar los obstáculos que, debido a la triste historia de dictadorzuelos tropicales que aqueja a casi todo el continente, la mayoría de constituciones recientes tenían.

Luego se dedican a minar lo que quede de institucionalidad, incluyendo a la oposición política, a manera de garantizarse el control absoluto. El último obstáculo para sus aspiraciones dictatoriales suelen ser los medios de comunicación. Esto es debido a que primero necesitan estar bien atrincherados en el poder —en los tres poderes, digo— antes de emprender la lucha contra la libertad de expresión.

En este punto se encuentra Venezuela, y los demás países bajo su influencia van en ese camino. Honduras se les salió del guacal, pero están haciendo hasta lo imposible para regresarlos a su camino.

¿Qué pasa después? La dictadura y la esclavitud. Y todo porque las personas cuando vieron que los politiqueros daban un paso, creyeron que no era importante. Cuando daban el siguiente, tampoco le pusieron atención. Y así sucesivamente, hasta que la dictadura les llegó a tocar la puerta. ¿Nos quedaremos sentados viendo cómo nos llega la tempestad? Yo creo que la única solución que tenemos ante ese esquema es Pro Reforma.

Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 24 de septiembre de 2,009.

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