El escándalo al conocerse lo licenciosa que era la vida religiosa del ex obispo Fernando Lugo ha ocasionado muchos más problemas a la Iglesia Católica de lo que cualquier involucrado se atreve a aceptar. Un amigo me contó esta historia. No puedo validarla porque la recibí de segunda mano. Quizá es cierta, quizá no, o quizá es algo así como la excusa de Rigoberta Menchú cuando David Stoll descubrió que su historia no era cierta. ¿En este caso sería: “es la historia de todos los seminaristas decepcionados”?
El seminarista, desde pequeño sintió una inclinación especial por dedicarse a la vida religiosa, de dedicar su vida a los demás. Admiraba a los religiosos que estaban a cargo del colegio. Se vislumbraba caminando por los pasillos de algún colegio de la orden, enseñando a los niños, asistiendo a los desamparados, apoyando a los pobres; en fin, viviendo para Dios.
Llegado el momento, comunicó a su familia su decisión de dedicar su vida al servicio de la Iglesia e iniciar su vida como religioso en una de las congregaciones existentes en el país. La noticia fue fuente de mucha alegría en el seno de una familia con larga tradición.
Ingresó al noviciado en un centro al sur de la ciudad. Luego de un exitoso año, hizo sus primeros votos temporales de pobreza, castidad y obediencia e ingresó al filosofado de la congregación. El seminarista sinceramente quería buscar a Dios y agradar a la Iglesia, pero pronto en su camino empezó a encontrar inconsistencias en algunos de los religiosos que lo hacían dudar.
En repetidas ocasiones comentó con sus superiores algunas de las muchas dudas que le saltaban a la mente. Las respuestas le dejaron en una peor situación. Le decían que no había que juzgar a los hermanos, que todos somos humanos y tenemos debilidades; que si bien es cierto había errores, éstos no debían pesar sobre su fe y sus creencias; que debía poner su mirada en Dios y la Iglesia, y no en los supuestos errores de algunos de sus miembros.
Conforme avanzaba en su camino, pasando por el tirocinio, que realizó en varios pueblos del altiplano, y luego en sus estudios de Teología, también en un centro de la congregación, en el sur de la ciudad, las dudas no iban menguando, sino crecían. El principal problema que encontraba era uno de coherencia: no había relación entre lo que muchos de sus superiores religiosos decían que había que hacer, e incluso entre lo que le decían a otros que debían hacer, con lo que ellos practicaban.
No le ayudaron las noticias de escándalos en otros países, como por ejemplo, el de los sacerdotes y religiosos acusados de pederastas en Estados Unidos. Fue un golpe todavía mayor el que, en lugar de condenar esos pecados de los religiosos, la Iglesia prefería encubrirlos.
Ya estaba a punto de terminar su largo camino seminarista cuando tenía que pasar de los votos temporales a los perpetuos. A diferencia de muchos otros, él lo tomaba muy en serio, pero los muchos años de aprendizaje le llevaron a la conclusión de que era imposible cumplirlos, que iban contra la naturaleza humana. En esas estaba cuando salió a luz el escándalo de Lugo, que no solo había quebrantado sus votos, como religioso y como sacerdote, sino que lo había hecho de manera tal que hasta a un feligrés cualquiera sería difícil pasárselo por alto.
Esa fue la gota que rebalsó su vaso. Con todo el dolor de su corazón escribió su carta de retiro de la congregación. No podía seguir con la farsa.
Artículo publicado en Prensa Libre el 30 de abril de 2,009.
Este es un lugar en el cyberespacio para compartir ideas. Las mías, en particular, se centran alrededor de la libertad individual que nos permite desarrollarnos y llegar a ser todo lo que queremos ser. Mis Ideas se publican originalmente todos los viernes en el diario Prensa Libre de Guatemala.
jueves, 30 de abril de 2009
El seminarista
jueves, 23 de abril de 2009
Yo, Beretta
Mi vida inició en la fábrica Beretta, en una bella región montañosa del norte de Italia, cerca de Brescia y Milán. Tengo amantes, fanáticos y detractores. Enemigos. Algunas de mis hermanas y primas han salvado muchas vidas, y otras, terminado con ellas. A todas, más de alguna vez nos entra el dilema de si somos nosotras las culpables de tanta desgracia en la humanidad. ¿Se acabarían las muertes violentas si todas nosotras decidiéramos autoinmolarnos y se acabaran las armas en el mundo?
Si alguna de nosotras pudiera tener la respuesta a tal pregunta, debería ser alguna mi pariente cercana, ya que venimos de la empresa con más tradición en el mundo, luego de casi 500 años de operación ininterrumpida, desde que don Bartolomeo empezó a vender armas a ejércitos.
Luego de indagar un poco en la historia, comprendí que esta barbarie de la humanidad empezó mucho antes de que nosotras existiéramos. Miles de años antes, ya los seres humanos se mataban entre sí. No existían pistolas con la gran tecnología que nosotras ahora tenemos, y ya se mataban. Primero utilizaron piedras y palos; luego, arcos y flechas; luego, espadas y lanzas. La tecnología fue cambiando, y las armas se volvieron más sofisticadas; lo único que se mantuvo constante fue la humanidad (aunque ellos también dicen que han avanzado).
En mi propia familia, a muchas de mis parientes las utilizan actualmente las policías y los ejércitos de muchos países, para velar porque se viva civilizadamente y evitar crímenes. Ellas están felices y orgullosas de la labor para la cual las utilizan.
A la gran mayoría de mis familiares la utilizan principalmente para usos deportivos. De hecho, parientes mías han estado en casi todas las entregas de medallas olímpicas de los últimos 50 años. Ellas también viven felices y orgullosas.
Pero, por otro lado, también tengo muchas parientes a quienes utilizan para cometer crímenes, robar, secuestrar y matar a personas. Ellas no están muy felices ni orgullosas de ello, pero me dicen: ¿y yo qué puedo hacer?
Mi propia historia es muy ilustrativa de esto. De la fábrica me enviaron a Guatemala. Allí me compró mi amo, a quien le guardo mucho aprecio. Me llevaba a todas partes. Era una persona muy correcta, honrada y trabajadora. Conforme fue teniendo éxito, se volvió una potencial víctima de los criminales, y de allí fue que tomó la decisión de armarse.
Recuerdo bien aquel trágico día. Una banda de secuestradores intentó llevarse al hijo menor de mi amo. Éste lo defendió tan bien, que hirió a un par de secuestradores. Lamentablemente, en el intercambio, mi amo quedó herido de muerte. Salvó a su hijo, pero a un gran costo: su vida. A mí me llevaron como evidencia.
Estuve un tiempo en algún depósito, pero pronto un policía me sacó y me vendió a unos delincuentes. Así empezó mi vida del otro lado de la ley. Me utilizaron para varios robos y secuestros, hasta que un día, huyendo de la Policía, me tiraron a un río, en cuyo fondo estoy ahora, esperando que alguien me encuentre.
He tenido mucho tiempo para reflexionar sobre mi vida, la de mis congéneres y esa relación de amor/odio que tenemos con la humanidad. A la conclusión que he llegado es que para ellos simplemente somos una herramienta. Unos nos usan para bien, otros para mal. Pero aún si nosotras desapareciésemos de la faz de la tierra, los humanos encontrarían la forma de seguirse matando entre ellos. No, el problema no somos nosotras.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 23 de abril de 2,009.
jueves, 16 de abril de 2009
La carta del sicario
Por azares del destino (¿o no?), de manera para mí incomprensible, llegó a mis manos una carta de lo más extraña. Como buen comunicador, no me pude quedar con el secreto (que además no había jurado a nadie en este caso), así que se las transcribo como me llegó.
Señor
Salvador Gándara
Ministro de Gobernación
Su despacho.
Estimado compa Gándara:
Esperando que al recibo de la presente esté disfrutando de las mieles del poder en el güacamolón y para no quitarle mucho de su valiosísimo tiempo, paso de una vez al tema de que le quiero platicar.
La semana pasada usted, junto con el compa Colom, prohibieron que las motos lleven más de una persona a la vez. Según entiendo, ustedes creen que con esto evitarán que nosotros matemos gente.
Mire compa, le quisiera pedir que por favor no se las quiera dar de ingenuo. Usted sabe bien que a nosotros lo que diga la ley nos viene mil veces del norte; de otra manera, no haríamos los trabajitos que hacemos. O usted qué cree, que cuando nos contratan para ir a matar a alguien, decimos “No, porque la ley lo prohíbe”… Nombre, compa, las cosas no son así.
Es igual que la otra ley que usted le pidió a Dios que se la aprobaran, esa que hace difícil que uno pueda registrar su escuadra. ¿Y usted realmente cree que yo tengo registrada mi escuadra o que me interesaría registrarla? Para su referencia, compa Gándara, ni aunque quisiera me dejarían registrar todas las armas que tengo. Ya se imagina usted, ¿en qué vida me van a dejar allí en el Decam registrar mi AK? De hecho, compa, yo también le agradezco a Dios que le hayan aprobado esa su leyecita, ya que ahora tendré menos riesgo de encontrarme alguna víctima brinconcita y armada.
El problema es que con esto de las motos sí se les pasó la mano, compa. Ahora resulta que mi hermanito, que ni enterado está de los trances que yo hago, ya no puede llevar a mi hermana al colegio en la moto. Tampoco puede llevar a mi santa madre a hacer las compras a la terminal. Y entonces ¿para qué…. me arriesgué haciendo tanto trabajo para comprarles un su modo de transporte decente?
Claro, hay que reconocer que todo tiene su lado bueno: ahora resulta que los que podemos usar la escuadra y manejar la moto al mismo tiempo, somos mano de obra “más calificada” y podemos cobrar más por cada trabajito.
Pero eso para nada justifica el atropello que ustedes le hicieron a mi santa madre. Ella es honrada, se esforzó mucho en sacarnos adelante a toda la prole y ahora resulta que no puede usar la moto que les regalé. O qué, ¿ahora espera que le compre un su carro? ¿Se imagina la cantidad de trabajitos que voy a tener que hacer para comprarle un su cacharrito, y después, para mantenerlo?
Nombre, compa. No sean mala onda. Quite esa su ley. Como ya le dije, a mí y a los demás muchachos no nos hace ni cosquillas ese su reglamento de dizque tránsito. Pero a nuestras familias, así como a la mayoría de los del barrio, esos pobres que tienen que ir a trabajar todos los días, a esos sí los están fregando.
Así que, por favor, compa, póngase la mano en la conciencia y quite esa cosa.
Atentamente,
Jordi, el sicario
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 16 de abril de 2,009.
jueves, 9 de abril de 2009
¿Dónde estás?
En momentos en que la vida de casi todos los guatemaltecos pende de un hilo y que tenemos muy altas posibilidades de pasar a engrosar las estadísticas de las víctimas de la criminalidad y que quienes tienen la gorda obligación de velar porque en el país haya seguridad y se imparta justicia brillan por su ausencia, incompetencia y corrupción, no nos queda más que velar nosotros mismos por nuestra seguridad y, para los creyentes, encomendarnos a Dios.
Sé que no es un gran consuelo para muchos, pero estoy convencido de que, mientras no se cambie el sistema (por eso hay que apoyar a ProReforma), la cosa seguirá color de hormiga.
Y aunque no debemos claudicar en nuestro empeño de lograr que los funcionarios cumplan sus obligaciones principales, la verdad, creo que en las actuales circunstancias, con los gobernantes interesados únicamente en “sus” programas, tenemos pocas esperanzas de cambio en ese ámbito.
Por lo menos en estos días de descanso, le invito a meditar sobre esto y a acercarse a Dios. Le dejo con un par de textos bíblicos (mezclados) que a mí me han servido mucho en este sentido desde hace muchos años:
Jehová es mi pastor; nada me faltará.
El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.
En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.
Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad.
Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y 10 mil a tu diestra; mas a ti no llegará.
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada.
Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisarás; hollarás al cachorro del león y al dragón.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.
Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.
P.S.: Esta es una mezcla que hice de los dos salmos que más me gustan, el 23 y el 91, sacados de la versión RV1960.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 9 de abril de 2,009.
jueves, 2 de abril de 2009
ProReforma al Congreso
Según lo establece nuestra Constitución en el artículo 277: “Tiene iniciativa para proponer reformas a la Constitución: ... El pueblo, mediante petición dirigida al Congreso de la República, por no menos de cinco mil ciudadanos debidamente empadronados por el Registro de Ciudadanos”.
Llegar a este primer paso que establece la Constitución ha sido un proceso largo, que ha llevado mucho trabajo de un grupo de profesionales muy calificados, que durante varios años discutieron y elaboraron la propuesta de reformas a la Constitución, que permitieran modificar el sistema lo suficiente para empezar a encaminarnos hacia un verdadero estado de Derecho.
Ya con la propuesta lista, un grupo de ciudadanos preocupados por el futuro de Guatemala fundamos hace casi cuatro años la Asociación Cívica ProReforma. Los siguientes años se dedicaron a dar a conocer la propuesta y recaudar firmas de ciudadanos que entendieran la propuesta y la apoyaran. Fue así como, gracias al trabajo de muchos voluntarios, se logró conseguir las firmas de más de 73 mil personas, debidamente empadronadas, que respaldan esta solicitud de cambios a la Constitución.
El artículo 277 termina así: “…el Congreso de la República debe ocuparse sin demora alguna del asunto planteado”. Así que ahora toca a los diputados cumplir con su obligación y tratar la solicitud de los más de 73 mil ciudadanos.
El proceso siguiente es que la reforma debe ser aprobada por las dos terceras partes del total de diputados (según yo, 106 diputados) y luego debe ser enviada al Tribunal Supremo Electoral para que éste convoque a una Consulta, en la que todos los ciudadanos tengan la oportunidad de decidir si ratifican o no las reformas.
La etapa que toca ahora, entonces, es la aprobación de la reforma por parte de los diputados. Alguien podría creer que esto es lo más difícil porque podrían creer que toca sus intereses, pero yo creo que no será tan así.
Los diputados deben entender que ya suficientes problemas, acusaciones y desprestigios tienen en el Congreso como para echarse un peso más sobre sus espaldas y que lo más sano para ellos en este momento es lavarse las manos y dejar que sea la ciudadanía quien decida.
Por otra parte, tampoco creo que los diputados quieran echarse en contra a más de 73 mil votantes (más de los afiliados que tiene cualquier partido político actual), con la suficiente iniciativa como para firmar una petición de reforma a la Constitución.
Y esos son solo los que tuvieron esa iniciativa de firmar la solicitud, pero de seguro hay muchos más que apoyan esos cambios y que todavía no han tenido la oportunidad de firmar la solicitud.
La situación actual en Guatemala también abona a la necesidad de cambios en el sistema, y así lo percibe una buena parte de la población, que vive constantemente ante la desesperación de que el sistema no funciona.
¿Se irán a echar encima los diputados la responsabilidad de rechazar la propuesta, o preferirán que sea la ciudadanía quien decida?
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 2 de abril de 2,009.