Reconocer o no reconocer las elecciones... ésa es la pregunta...
Luego de las elecciones de este domingo reciente, el panorama parece empezar a aclararse para los hondureños. Luego de medio año de incertidumbre, las elecciones se llevaron a cabo de manera pacífica, ordenada y con bastante afluencia; y a los políticos alrededor del mundo no les ha quedado otra que empezar a ver cómo se comen sus anteriores palabras y darle la vuelta a esta hoja. Mis respetos para los hondureños.
Este caso en particular para mí es muy importante, debido a los lazos que me unen a muchísimos hondureños que por casi un cuarto de siglo cobijaron a mis papás en su país. No tengo palabras cómo expresar la gratitud hacia ellos, por todas las atenciones, cariños y cuidados con que los trataron durante tanto tiempo, y aún ahora, que ya se regresaron a Guatemala, siguen demostrándoles su cariño y atención.
Aunque a la “comunidad internacional” nunca le cayó el norte de que la Constitución de Honduras es muy estricta con el tema de la reelección (su historia y razones tendrá), el hecho es que esta en efecto es muy tajante sobre este tema, y Mel se había pasado no solo sobre lo que dice la Constitución explícitamente, sino sobre órdenes judiciales dictadas en su contra, lo que validaba el que fuere removido de su cargo. El grave error que cometieron los militares, y ya ellos mismos lo han reconocido (aunque todavía no han deducido responsabilidad a quienes tomaron esa decisión), fue no acatar la orden de la Corte Suprema, de llevarlo a los tribunales, sino sacarlo del país, lo que también viola la Constitución de aquel país.
Pero ese capítulo parece quedar ya atrás. Las elecciones del domingo son un gran ejemplo del valor y determinación del pueblo catracho de volver a la normalidad. Una de las personas que viajó como observadora a las elecciones contaba ayer en nuestro programa de radio que presenció una situación en la que un reportero de televisión entrevistaba a una señora hondureña al llegar al centro de votación y le preguntaba por quién iba a votar (cosa que es ilegal hacer en Honduras el día de las elecciones), sin embargo, la señora no se inmutó y le respondió al reportero que “ella votaba por la democracia”.
Y, en efecto, ese parece ser el sentir de la mayoría de los hondureños. Lo que quieren es ya volver a la normalidad y olvidar este absurdo capítulo de su historia.
A los políticos foráneos que rápido saltaron a defender a Mel sin siquiera detenerse un momento a averiguar qué realmente estaba pasando en Honduras y lo que establece su Constitución, ahora no parece quedarles otra que hacerse los desentendidos un tiempo y luego reconocer al nuevo presidente y gobierno de Honduras.
Esta semana ni Cantinflas podría haberse imaginado todas las declaraciones que se han echado muchos políticos. Que si reconocen pero no reconocen las elecciones; que es un proceso democrático pero no es democrático, y así por el estilo.
Cuando escribo este artículo todavía están en el Congreso Nacional de Honduras discutiendo si se puede o no regresar a Mel a la presidencia. Las opiniones legales de todas las instituciones a que el Congreso se las solicitó, indican que no hay forma legal de regresarlo. Lo más probable es que así voten y, como dijo el mismo Lobo, “Zelaya ya es historia”.
Cómo va a terminar todo esto, no lo sé. Lo único que sé es que los hondureños le dieron una gran lección al mundo de que por lo menos allí, los gobernantes no están por encima de la ley.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 3 de diciembre de 2,009.
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