La noticia de la semana, sin dudar, es la fuga y posterior captura del ex presidente Alfonso Portillo. Indistintamente de todas las aristas que tiene el caso, creo que lo más importante es que se sienta un precedente muy importante de que hasta los presidentes pueden ir a la cárcel a pagar las consecuencias de algunas de las decisiones que tomaron durante su administración. Estamos claros de que este apenas es el inicio de este caso, pero el solo hecho de que ya esté en la cárcel y deba enfrentar la justicia ya es un gran adelanto.
Los rumores y las versiones sobre la captura del Pollo Ronco son muchas. Uno cuenta que los gobernantes “negociaron” la caída de Portillo, a cambio de que se les exculpara en los casos en los que se les investiga actualmente. Esa versión ya circulaba desde hace un par de semanas, solo que en ese momento solo se decía que se había negociado la caída de una “cabeza alta”. ¿Será cierta? Solo Dios sabrá.
Otra versión cuenta que en esa negociación participaron “altas autoridades” del norte, bajo la premisa de que “mejor lo extraditamos ahora y no más tarde”, en el supuesto de que el Pollo Ronco, tarde o temprano, regresaría a las mieles del poder —yo siempre dije que por lo menos a presidente del Congreso llegaba, si lo dejaban— y que desde allí utilizaría sus influencias para convertir a Guatemala en el paraíso para los narcotraficantes.
Por supuesto que esas son las razones y rumores de Guatebolas. Lo cierto es que la dichosa “Fuerza de Tarea” (Task Force) investigó la pista del dinero durante siete años y encontró, por lo menos, US$70 millones que pasaron por bancos gringos hacia cuentas de Portillo, sus familiares y amigos. Hay que hacer la salvedad que esa cifra es mucho mayor que la del caso por el que se le “juzga” actualmente en Guatemala, lo que confirma lo que hemos dicho siempre: los ciudadanos apenas nos llegamos a enterar de la punta del iceberg de la corrupción.
Indistintamente de cuáles sean las verdaderas razones, cuáles las negociaciones y quiénes los involucrados, lo cierto es que el caso Pollo Ronco sienta un precedente muy importante para los actuales y futuros politiqueros, no solo de Guatemala sino de muchas otras partes. El mensaje es claro: cada vez será más difícil ocultar el dinero robado de las arcas públicas.
Y aún si es cierta la versión de las negociaciones, hasta ese precedente queda: ningún ex gobernante va a estar libre de que los que vienen atrás los negocien a ellos para salvar su propio pellejo. O lo que es igual: nadie estará libre de que le pase lo mismo. El poder es efímero y ahora ni siquiera el dinero que se roben les garantizará que podrán vivir tranquilamente el resto de sus días. Ojalá que eso sirva, por lo menos, para moderar la voracidad de los muchos que buscan el poder como medio para pasar a “mejor vida”.
Que conste que también hay otras lecciones que aprender. ¿Será que las “autoridades del norte” estarán realmente interesadas en perseguir la corrupción, o simplemente utilizan ese látigo para castigar a gobernantes que no se pliegan a sus designios, especialmente en lo que tiene que ver con el narcotráfico y el terrorismo?
En cualquier caso, creo que es preferible que a Portillo se le juzgue en Estados Unidos que aquí. Aunque sea porque las estadísticas nos indican que hay muchas más posibilidades de que allá sí tenga que pagar las consecuencias de sus acciones. ¿Y los demás? Ojalá que aprendan la lección.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 28 de enero de 2,010.
Foto: elperiodico.com.gt
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