Luego de todo el show montado alrededor del presupuesto, ahora el partido oficial está montando el show del paquetazo fiscal. Parece ser que el propósito principal de ambos shows es lograr poner las manos sobre una cantidad cada vez más grande de dinero, con cada vez menos restricciones. Hasta ahora, va ganando la estrategia y la han coreografiado al estilo del mejor ilusionista.
Durante el primer acto —el del presupuesto—, el Gobierno se montó en el caballito de la austeridad y se presentó como la primera administración en la historia en plantear un presupuesto menor al del año anterior. Se rasgaron las vestiduras y le echaron la culpa a los “politiqueros" de la competencia —que no oposición— de obstaculizar la aprobación de su “pequeño” presupuesto. El ministro de Finanzas actuó tan bien su parte que hasta amenazó con renunciar al puesto si el Congreso no le aprobaba el presupuesto.
Al final, lograron su objetivo: el presupuesto no se aprobó, se quedaron con el presupuesto anterior, mayor y con menos candados, y se pudieron dar el lujo de echarle la culpa a los otros. La conclusión del primer acto fue aceptar que se van a ver “obligados” a gastar más, pero eso no era lo que querían. Sí, como no. ¿Y la renuncia del ministro? Ya se le olvidó, o lo que es lo mismo, era pura promesa de político.
Pero ya tenían preparado el segundo acto —el del paquetazo—, y el intermedio casi ni se sintió. Ni lentos ni perezosos, utilizaron la falta de aprobación del presupuesto “pequeño” como palanca para apuntalar su paquetazo fiscal. “Ahora que nos obligaron a gastar más”, dicen, “dennos los fondos para gastarlos”. Y así como quien dice nada, se recetaron un incremento de impuestos que, en algunos casos, llega al 900 por ciento y se les ocurrió la brillante idea de ponerle un impuesto del 50 por ciento al minuto de comunicación por celular.
Durante la semana han estado preparando el montaje para el clímax del segundo acto, que esperan sea hoy. Organizaron una manifestación “espontánea”, programada para hoy, con el fin de presionar a los diputados a que aprueben el paquetazo. El guión del segundo acto demandaba crear la apariencia de “espontaneidad”, por lo que el presidente ha negado cualquier involucramiento en la “voluntad” de las personas por apoyar el paquetazo.
Por supuesto, no contaban con que algunos actores independientes se les salieran del guacal, como por ejemplo, la diputada que publicó el análisis de las cifras de los proyectos de Cohesión Social, en donde claramente se ve que el argumento que han utilizado para justificar el paquetazo, a saber, que hacen falta recursos para la seguridad, la salud y la educación, es engañoso —por no decir mentiroso y malintencionado—, ya que es precisamente a esas tres áreas a las que más recursos le quitaron este año para alimentar al monstruito insaciable.
Y tampoco contaban con que otros actores independientes, entre ellos algunos de mucho peso local y el de más peso internacional, les darían un ultimátum.
Así que, el escenario está montado para el clímax de la obra. Las presiones y los intereses son muchos. El desenlace de la obra todavía es de pronóstico reservado. ¿Qué pasará? ¿Quién tendrá más fuerza en el pulso?
Si no fuera porque las consecuencias del final del segundo acto nos atañen a todos, le diría que no hay más que sentarnos a presenciar el final de la obra. Pero en este caso, todos jugamos una parte de la obra. ¿Cuál parte jugará usted?
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 10 de diciembre de 2,009.
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