Este año nos trajo muchos retos y satisfacciones, pero principalmente, muchos cambios.
Este año fue uno extraordinario. Nos trajo muchos retos, muchos
desafíos, muchas victorias, algunas derrotas, muchas bendiciones pero
sobre todo muchos cambios, aquí y en todas partes. Creo que va a ser
uno de esos años dignos de recordar.
Uno de los cambios para mí más
memorables es la transformación de varios países del norte de África.
Nadie podría haber previsto hace un año que la inmolación de un
tunecino iba a ser la chispa que encendiera el fuego que consumió a
varios dictadores.Mucho menos que un año después ya no quedarían ni las huellas de Muamar el Gadafi.
Ciertamente, no podemos decir que la “primavera árabe” ya haya
terminado ni mucho menos que haya acabado con los vicios que la
generaron, pero creo que es el inicio de más cambios en esa región.
Mucha gente cree que esta será la puerta para que se radicalicen esos
países; sin embargo, yo estoy convencido de que los orígenes de estos
cambios tienen su raíz en deseos de la gente de más libertad, por lo que
creo que, aunque haya tropiezos y reveses, poco a poco se irán
consolidando sociedades más abiertas.
Otro de los cambios que más atención me han merecido es el que
también creo que es el inicio del fin del Estado
benefactor-mercantilista en su encarnación actual —digo esto porque no
descarto la increíble capacidad que tienen para reinventarse quienes
gustan de vivir a expensas de los demás—. Este proceso lo podemos ver
palpablemente en varios países de Europa, los cuales están llegando a
niveles insostenibles de déficit y deuda.
A este respecto, siempre recuerdo una de las frases célebres de
Margaret Thatcher: “El socialismo funciona hasta que se les acaba el
dinero de las demás personas”. Y esto es precisamente lo que podemos ver
actualmente en varios países de Europa. Se dedicaron a vivir de
“prestado” durante mucho tiempo, creyendo que nunca se les acabaría el
dinero de “alguien más”, pero la fuente no podía ser eterna y son varios
los gobiernos que ya llegaron al punto donde no pueden conseguir más
dinero prestado.
Como suele suceder en estos sistemas llenos de incentivos
perversos, quienes siempre terminan pagando el pato son los más
trabajadores y responsables, en este caso los ciudadanos alemanes, pero
no nos debería extrañar que, tarde o temprano, hasta ellos le zafen
bulto a sus gobernantes y se nieguen a pagar lo que los demás se
comieron.
Es interesantísimo notar, a pesar de las acusaciones en contra
del “capitalismo”, que la crisis, el déficit y la deuda es de los
gobiernos, y no de las empresas y personas trabajadoras. Así que, que no
lo engañen, esta no es una crisis del capitalismo, es una crisis del
Estado benefactor-mercantilista.
¿Y en Guatemala? Dejamos atrás, finalmente, a esta administración
llena de corrupción e ineficiencia como la que más. Lo que no es
garantía de que la siguiente no sea igual, por lo que tenemos todos los
ciudadanos la obligación de seguir atentos a fiscalizar a los
gobernantes para que no abusen del poder.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 15 de diciembre de 2,011.
Foto: Futurity: Hussein Elkhafaif
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