El sentido común, como decía El Muso, es el menos común de los sentidos.
Si quiere entender por qué el sentido común es el menos común de los
sentidos, le recomiendo leer el libro Sentido Común en el que se
publican algunas columnas que Manuel F. Ayau, mejor conocido como el
Muso, publicó a lo largo de 50 años de periodismo de opinión,
manteniendo siempre una impresionante congruencia de pensamiento. Al
leerlo me entra nostalgia por el amigo que conocí, pero también cólera,
al ver que si le hubiesen hecho caso hace 40 años, la situación de los
guatemaltecos sería muy distinta.
A él le quedó la satisfacción no solo de decirlo en el momento que se
debía decir, sino actuar basado en esos principios para cambiar las
cosas que estaban mal.
Pero él sabía que cambios de esta envergadura no se hacen de la
noche a la mañana. Lleva mucho tiempo de convencimiento a varias
generaciones para lograr la masa crítica necesaria. Y a eso dedicó su
vida, a sabiendas de que muy probablemente no vería muchos de los
cambios por los cuales debatió durante tanto tiempo.
A pesar de los aparentes reveses y vicisitudes, se mantuvo
auténtico, defendiendo los principios de una sociedad de personas libres
y responsables, regida por la igualdad ante la ley —estado de Derecho—
en un sistema económico de intercambio voluntario —mercado—; o lo que es
lo mismo, el liberalismo.
Y no solo los guatemaltecos dejaron pasar esas enseñanzas. Cito
por ejemplo un artículo publicado hace 40 años sobre el sistema
monetario: “No creo que se adopte el oro hasta que el fracaso monetario
internacional sea de mucha mayor magnitud que la crisis actual. Hasta
que no degenere la situación en un caos, no claudicarán los economistas
que hoy manejan el sistema monetario, aunque ya no pueden negar que han
fracasado rotundamente en su objetivo de lograr la estabilidad monetaria
a nivel mundial”.
¿Podía prever el Muso que un año después de su muerte podríamos
estar llegando a ese momento? Por supuesto que no, pero lo importante es
que los principios aplicables son los mismos, y desde aquella época,
con un poco de sentido común, se podía prever que tarde o temprano la
crisis irremediablemente llegaría.
Recorrer ese libro implica una conversación con su autor.
Descubrir que no hay nada nuevo bajo el sol. Las respuestas y soluciones
allí están, siempre lo han estado, pero son pocos los que tienen la
humildad para reconocerlas y la valentía para defenderlas. El Muso fue
uno de ellos y nos marcó el camino a muchos guatemaltecos que
voluntariamente tomamos la estafeta para continuar en esa larga tarea de
convencimiento por persuasión.
Lo más impresionante es que nunca se desanimó, como lo demuestra
este párrafo escrito en los últimos años de su labor periodística:
“No pierdo la esperanza de que algún día echemos por la borda, al
basurero intelectual, todas las teorías derivadas del fracasado
colectivismo utópico que considera al ser humano como un instrumento de
la sociedad y no como una criatura de Dios, con individualidad propia,
con derechos inherentes a su condición humana, y no concedidos
graciosamente por los políticos de los gobiernos.”
Busque el sentido común.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 24 de noviembre de 2,011.
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