Aunque hay muchas cosas importantes en la vida pública que comentar, como la irracional subida de tasas de interés o las arcas abiertas de la corrupción que será Petrocaribe, hoy quiero tocar otro tema que, aunque parezca trivial, no lo es.
El fin de semana pasado tuve dos experiencias que me hicieron reflexionar mucho. La primera fue el deceso, el viernes por la mañana, de Randy Pausch. La segunda fue mi visita a Reu, para el 50 aniversario del Colegio D'antoni, donde estudié la primaria y los básicos.
Randy Pausch fue un catedrático de realidad virtual, en la Universidad de Carnegie Mellon. Aunque ya era conocido en el ámbito de la informática, su verdadera fama llegó al final de su vida, apenas a los 47 años. El 18 de septiembre pasado, dictó “La última conferencia”. En su caso particular, esto era especialmente cierto, ya que un mes antes le anunciaron que un cáncer pancreático se le había extendido y ya no había nada que hacer, que se preparara porque le quedaban pocos meses de vida.
Se preparó a través de su última conferencia, que tituló: “Alcanzando de verdad sus sueños de la niñez”. En ella cuenta los sueños que tenía de niño y cómo logró realizar la mayoría, menos el de ser jugador profesional de futbol americano, aunque de ese sueño frustrado fue que aprendió más cosas. Luego explicó cómo surgió en él el interés por apoyar a otros en alcanzar sus sueños. Por último expuso las lecciones aprendidas, como, por ejemplo, buscar la bondad en las otras personas, ver las “paredes de ladrillo” no como obstáculos, sino como retos, y vivir una vida generosa. Al final de una charla muy conmovedora, contó que la había presentado, no para los allí presentes, sino como legado a sus tres hijos. “Intento meterme dentro de una botella, que algún día llegue a la playa para mis hijos”, dijo posteriormente.
La conferencia fue filmada y puesta en Internet, donde fue vista por millones de personas, lo que le dio a Randy la fama en sus últimos meses de vida. Luego se publicó una versión en libro, que rápidamente alcanzó el primer lugar de ventas y fue traducida a 30 idiomas. En mi blog, jorgejacobs.com están los vínculos.
La segunda experiencia fue mi visita a Reu. Cuando salí de la casa de mis papás, en enero de 1982, muy a lo interno, sabía que era para nunca más volver. Y fue cierto en el más extremo de los casos, ya que, por diversas circunstancias de la vida, mi relación con ese lugar se vio cortada de tajo. Aunque he ido de visita en repetidas ocasiones, nunca realmente regresé.
Esta vez fue distinto. Aunque me enteré de última hora, iba con el propósito ex profeso de reencontrarme con mi pasado. Y la experiencia, la verdad, no pudo ser mejor. Tuve oportunidad de visitar los lugares donde crecí, pero más importante aún, reunirme, conversar, reír, con muchos amigos con quienes compartí momentos muy especiales de mi vida, que con el pasar de los años se van perdiendo entre los recuerdos. Lo más importante, quizá, es que seguimos siendo las mismas personas que nos conocimos hace tantos años. Un poco más panzones, la mayoría, eso sí, pero lo importante no ha cambiado.
¿La reflexión final? En mi caso, creo que hay momentos en la vida en que debemos detenernos y ver si en lo que estamos afanados es realmente lo importante, o si estamos dejando tiradas en el camino piezas importantes de nosotros que al final son las que realmente cuentan… P.S. Vea las fotos en mi facebook.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 31 de julio de 2,008.