¿o en una así?
Por lo visto, no es la cantidad sino el descaro lo que indigna...
A la mayoría de guatemaltecos, acostumbrados durante años a ver camadas de “nuevos ricos” cada cuatro años, el que se “pierdan” 80 millones de quetzales por aquí o se descubran desfalcos de cientos de millones por allá, parece ya no calarles. Pero el que funcionarios se gasten unos cientos de quetzales en una pititanga roja y pastillas contra la disfunción eréctil parece ser que rebalsó el nivel de tolerancia de los guatemaltecos. ¿Tendrá alguna consecuencia este nuevo escándalo? Aparte de los chistes recurrentes sobre la firmeza de la vicepresidencia, lo dudo.
Y ¿por qué el pesimismo? Porque otra constante en Guatemala es la impunidad con la que mucha gente pasa “a mejor vida” gracias a su paso por la administración pública, desde presidentes —¿de dónde cree que sacó Portillo los US$70 millones que pasó por EE. UU. y por los que piden su extradición?—, vices, ministros, diputados, alcaldes, secretarios y así sucesivamente.
Es cierto que algunos son más descarados que otros, pero son pocos los que se salvan. Al fin y al cabo, no por nada dice la sabiduría popular que “en arcas abiertas hasta el justo peca”, y aquí tenemos una gran arca abierta de casi 50 mil millones de quetzales anuales. ¿Por qué habríamos de esperar que los funcionarios públicos, la mayoría muy distantes del “justo” calificativo, actuaran de manera distinta? Por ello es que es tan importante cambiar el sistema. Si no se cambian las reglas, no podemos esperar otra cosa. Aunque lleguen algunos más “justos”, igual pararán pecando. No nos engañemos.
A pesar de todo, es bueno que se descubran casos tan emblemáticos como el de la pititanga, porque nos muestran al grado de cinismo y descaro que pueden llegar los funcionarios públicos que creen que están por encima de la ley y que nunca les contarán las costillas.
Hay que aclarar que nos enteramos del affaire, única y exclusivamente, por el trabajo de periodistas, ya que la Contraloría de Cuentas lo único que ha dicho es que quienes recibieron “doble sueldo” lo deben devolver. A estas alturas, ya debería haber informado al MP qué funcionario del Plan Trifinio presentó en su informe de gastos las facturas por las pastillitas y la pititanga, y no me extrañaría que hasta las del motel hayan presentado.
Quien no le atina una tratando de desligarse de la gran responsabilidad que tiene, aunque sea porque entre los involucrados esta su “hombre de confianza”, es el vicepresidente. Primero, pide que se auditen 10 años, para que vean que no solo en su administración ha habido corrupción, sino también en las anteriores. ¡Como que eso fuera la gran excusa! Luego dice descaradamente que eso de los dobles sueldos no es nuevo y siempre ha existido en la administración pública, nuevamente recurriendo al argumento de que si otros cometen el mismo delito y no los han cachado, ¿por qué me acusan a mí?
Después dice que los guatemaltecos deberíamos estarle muy agradecidos porque pidió que se investigara el asunto. Y no contento con tantos traspiés, concluye diciendo: “Por primera vez hacemos algo honesto…” ¿Eso es una aceptación explícita que todas sus anteriores actuaciones son deshonestas?
Pero las preguntas principales de este affaire siguen sin responderse: ¿quién o quiénes compraron las pastillitas y la pititanga? ¿Quién las utilizó? Si no van a pagar las consecuencias de sus delitos, por lo menos que carguen con la vergüenza —como si eso les importara—.
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 25 de febrero de 2,010.