jueves, 15 de noviembre de 2007

Gorequemada


¿Quién es el extremista cerrado a otras visiones?

Ahora que ya salimos del tema de las elecciones y en lo que esperamos las primeras decisiones de los nuevos gobernantes (aunque ya empezaron mal, como por ejemplo con el apoyo al Ietaap), me da tiempo de regresar a otros temas que se han quedado medio en el tintero, como por ejemplo las reacciones que recibí a raíz de mi artículo referente a la declaración de Al Gore de que “el debate se acabó” en cuanto a la hipótesis antropocéntrica del origen del calentamiento global.

Recibí varios correos y comentarios en el blog (jorgejacobs.blogspot.com), algunos a favor y otros en contra de mi postura. Quiero citar sólo un párrafo de uno de ellos, enviado por Carla, que creo que enmarca muy bien la postura de quienes me criticaron mi artículo y me permite ahondar la explicación:

“Soy una egresada de la Marro, te admiré pero veo que poco a poco te vas volviendo más dogmático y fanático con esto del liberalismo. Ahora cuestionas a líderes mundiales, ¡vamos a creer esto! Ahora encuentras complots y acuerdos de Al Gore, Discovery Channel, History Channel, National Geographic y demás organizaciones serias sobre que es ‘exagerado’ o mentira lo del calentamiento global.

Realmente deberías hacer una reflexión y autocrítica para darte cuenta de que vas con un grupito de fanáticos de la Marro, cada vez más y más para el punto de creer que son dueños de la verdad absoluta. Yo creo en Von Mises, en la teoría de la acción humana, la rebelión de Atlas y demás jergas, pero de eso a no comprender que el mundo no es blanco y negro, hay una gran distancia. El mundo es de matices, amigo, los fanáticos son los que creyéndose lo que ellos piensan como verdades absolutas asumen posiciones algo ridículas, tal y como tu artículo en Prensa Libre”.

Pues bien, le respondo a Carla y a todos los demás: el argumento utilizado le cabe precisamente a Al Gore et al., quienes creyéndose como verdad absoluta lo que piensan en relación con el calentamiento global, argumentan que “el debate se acabó”. Es decir, ellos tienen la verdad absoluta y no hay lugar para opiniones disonantes.

Si leen bien mi artículo anterior, verán que mi argumentación es precisamente en contra de esa arrogancia de declarar a los cuatro vientos que su punto de vista es la verdad “verdadera” y que no existe espacio para que alguien se oponga. Eso, a pesar de que, para principiar, ni siquiera hay un consenso en el “mundo científico” en relación con los orígenes antropocéntricos del calentamiento global y que, en última instancia, el conocimiento científico no ha avanzado por consenso democrático.

Es esa postura, más parecida a la de algún inquisidor de antaño, como Tomás de Torquemada, por ejemplo, la que rebato en mi artículo, sin siquiera entrar en los detalles, a los que espero llegar en un artículo posterior, como por ejemplo que la versión cataclísmica de Gore es exagerada, aun comparándola con la versión de sus compañeros Nobeles de la Paz del IPCC.


Publicado en Prensa Libre el 15 de noviembre de 2007.

Foto publicada en el Indianapolis Star.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Ahora, la realidad


Empieza una nueva etapa.

Se acabaron las alegres elecciones (aunque esta vez fueron más negras y ponzoñosas que alegres) y debemos ahora, especialmente los políticos ganadores, despertar a la realidad. Ya no sirven de nada los ofrecimientos, las promesas, los compromisos, los apretones de manos, el cargar y besar niños, las banderitas y toda la demás parafernalia que envuelve un proceso electoral. Ahora hay que enfrentar los problemas que aquejan a toda la población.

Y es que durante esos tan emotivos y viscerales discursos los políticos oferentes olvidan que quienes vivimos en la cruda realidad, los ciudadanos de a pie, quienes no tenemos guardaespaldas ni andamos en vehículos blindados, (mucho menos en helicópteros o jets) necesitamos medidas inmediatas para salir de tanta podredumbre.

Es muy fácil ofrecer despliegues increíbles de fuerzas combinadas para brindar seguridad a la población, pero eso no servirá de mucho si la Policía Nacional Civil continúa en desventaja en relación al armamento y logística que usan los mareros, y ya no digamos el crimen organizado y sus muy bien estructuradas organizaciones, quienes incluso le pagan mejor a sus bizarros que a los agentes (aunque en muchos casos también les pagan, y muy bien, a ellos). Sería como aumentar la cantidad de ovejas que intentan cazar a una manada de lobos.

Y si en caso llegaran a ser copados y capturados estos seres mezquinos y parias, más titánico será propiciarles un castigo rápido, certero y ejemplar, pues la actual burocracia judicial y su tortuguismo, también derivado de un limitado presupuesto para funcionar, no aprestan un rápido y ejemplar castigo.

"Es que no alcanzan los recursos", es el primer grito que se escucha como excusa. "Cuarenta millardos no son suficientes para cubrir las necesidades sociales de la nación, bla, bla, y bla". Esa canción desafinada y altisonante la venimos escuchando hace más de veinte años y por más que se suben impuestos directos, indirectos, temporales (nuevo disfraz para las palabras "inconstitucional" y "arbitrario"), las sobras del presupuesto después de cubrir esas "necesidades sociales" no alcanzarán para hacer funcionar, y menos mejorar, esas funciones primigenias del gobierno que beneficiarán a toda la población: Seguridad, justicia y reglas del juego claras y limpias.

Así es que allí están las dos recetas. Una que durante muchísimos años de inventar y elevar impuestos (sí, leyó bien, inventar), dedicarse a necesidades sociales que no le competen, nos ha llevado a la eterna crisis y rezago. Y la otra probada exitosamente en la historia, con leyes generales, conocidas, cargas tributarias bajas, gobiernos pequeños y dedicados a sus funciones de seguridad y justicia, que llevó a la prosperidad a muchos países alrededor del mundo.

La elección es simple. Espero y lo entiendan de esta forma porque dibujos y trocitos de madera no puedo usar aquí.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Ahora sí

Finalmente saldremos de la inquietud.


Para darle cierre a mi artículo “Se acabó”, que publiqué antes de la primera vuelta electoral, ahora sí, indistintamente cuál sea la visión de gobierno y Estado que cada uno tengamos, se acabó la espera y la inquietud sobre quienes tendrán a su cargo administrar los fondos de los tributarios durante los próximos cuatro años.

Yo reafirmo mi convicción de que, indistintamente de quien salga electo el domingo, la cosa seguirá más o menos igual, con distintos matices, sí, pero no con muchas diferencias, hasta que no entendamos que el problema no es quién llega a la silla de los Q40 mil millones anuales, sino el sistema y las instituciones.

Como siempre, parezco ir contracorriente o “a contravía”, como diría Estuardo Zapeta. No soy partidario del presidencialismo que tanto ha predominado, no sólo en Guatemala, sino en toda Latinoamérica, durante tanto tiempo.

No me creo el cuento de que el Chapulín Colorado, Superman, las Chicas Superpoderosas o algún otro superhombre (o supermujer, uno nunca sabe) llegará a resolver todos nuestros problemas y a sacarnos del subdesarrollo. Es más, creo que esta mentalidad, tan fomentada por los políticos en esta y en casi todas las campañas desde que el país es “democrático”, es una de las principales razones de nuestro subdesarrollo, pobreza y rezago.

El que la expectativa por el resultado de las elecciones del domingo sea tanta y que mucha gente espere que Otto Pérez Molina o Álvaro Colom sean la solución para sus problemas es tan solo una muestra más de que ese tan dañino mesianismo salvador y la absurda esperanza de que sea un hombre honrado y honesto quien les dará solución a los problemas del país, aún siguen profundamente enraizados en la mente de los electores.

Parecemos seguir sin entender que el problema no está en las personas sino en el sistema.

Mientras no corrijamos el sistema, seguiremos siempre eufóricos en las campañas políticas y decepcionados a los pocos meses, y la cosa seguirá siendo un sube y baja de pasiones, porque siempre estaremos esperando al siguiente, al que sí va a ser honrado, al que va a ser inteligente, al que va a ser capaz, al que va a tener carácter, al que va a tener conocimiento, al que todo lo puede, sin comprender que nunca llegará esa persona ideal.

Independientemente de quien llegue a la silla, repito, no va a cambiar el rumbo sin norte que actualmente nos lleva dando tumbos, más para atrás que para delante, en el camino del desarrollo. Este domingo, o a más tardar lunes, al fin sabremos quién ocupará esa tan codiciada silla. Lo que no sabremos ni tendremos claro será cuándo por fin dejaremos de creer en ese tan dañino presidencialismo, ni cuándo entenderemos que los cambios son del sistema. Yo, por eso, voto por Pro Reforma...

Publicada en Prensa Libre el jueves 1 de Noviembre de 2007.