Si la riqueza es de buena procedencia, no hay por qué avergonzarse.
Uno de los principales problemas que nos impide prosperar es que, aunque casi todos quisiéramos ser ricos, la mayoría desprecia a los que ya lo son. En casi todos los casos, aunque no lo quieran reconocer, las personas desprecian al rico porque no son ellos. Le garantizo que si los papeles se invirtieran, otro gallo cantaría.
Quiero aclarar que al hablar de riqueza me refiero a aquellas que se crean como consecuencia de una correcta utilización de los recursos para brindar bienes y servicios a las demás personas, para lo cual, quien crea la riqueza, lo hace necesariamente mejorando las condiciones de vida de los demás.
No me refiero a las riquezas mal habidas procedentes de crímenes, corrupción o, más sutilmente, del aprovechamiento del poder coercitivo del gobierno para provecho personal, tal y como pasa en un modelo mercantilista como el que hemos tenido por tanto tiempo en nuestro país. Por supuesto que no me refiero a la riqueza de Alfonso Portillo y demás compinches, por ejemplo.
No, me refiero a las fortunas creadas con el esfuerzo, el trabajo, la ingeniosidad y la creatividad de muchos emprendedores que, probablemente iniciando desde la nada, lograron servir tan bien a sus semejantes que éstos les retribuyeron con su preferencia y los enriquecieron.
Pues bien, resulta que, como consecuencia de ese generalizado desprecio hacia los exitosos, la gente productiva que se esfuerza en crear bienes y servicios para mejorar la calidad de vida de la gente, muchas veces se encuentra frente a situaciones en las que tiene que pedir permiso para poder producir o disculpas por sus éxitos. Lo peor de todo es que ante este panorama, lejos de rebelarse, muchos empresarios apoyan los castigos y restricciones, disculpándose por su productividad. Ayn Rand le llamaba a ese concepto el "Consentimiento de la víctima" (Sanction of the victim).
En otras sociedades, el empresario exitoso, el "self-made millionaire" (la persona que hace fortuna empezando de la nada), es admirado y muchos anhelan seguir su ejemplo. En la nuestra, quienes logran hacer fortuna a pesar de todas las contrariedades que deben enfrentar, al final paran siendo despreciados, y muchos, con cargo de conciencia, se dedican a "obras sociales" con las cuales creen que podrán "limpiar su conciencia" por el "pecado" de haber sido exitosos.
Esto no debe seguir así. Lo que no entiende la mayoría de personas es que lo contrario de la pobreza es la riqueza y si lo que queremos es eliminar la pobreza, la mejor vía es creando riqueza. Pero no lo lograremos mientras sigamos unos resintiendo la riqueza bien ganada de otros y los otros avergonzados de esa riqueza generada en buena lid.
¡Dejemos de ser víctimas! ¡La pobreza se combate con riqueza!
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 24 de Noviembre de 2,005
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