Por ridículo que parezca, regulaciones rayando en el absurdo llevaron a un alcalde a buscar decretar la prohibición de morir.
La noticia parecía ser una de las que se acostumbran publicar el 28 de diciembre (día de los inocentes), pero no lo era: un alcalde brasileño solicitó a la Cámara de Gobierno votar sobre un proyecto de ley que prohíbe morirse en el municipio de Biritiba-Mirim.
Dentro del proyecto de ley se prevé el establecimiento de sanciones para aquellos que desacaten el ordenamiento municipal (se mueran, pues), aunque no identifica cuáles serán dichas penas. Incluso se ordena que "los ciudadanos deberán cuidar de la salud para no fallecer".
Aunque toda la intención del buen alcalde brasileño es llamar la atención sobre las regulaciones de "protección ambiental" que rayan en lo absurdo y que bajo ningún motivo le autorizan la construcción de un nuevo cementerio en su municipio, aún cuando al actual ya no le cabe ni un cabello de un difunto más; no nos debería extrañar si a algún despistado diputado guatemalteco se le ocurre copiar la propuesta de ley brasileña y proponer que en Guatemala se proscriba la muerte por medio de un decreto legislativo.
Por supuesto, aquí, como son más creativos, quizá le pondrían algo así como: "Ley que establece la vida eterna en el país de Guatemala". ¡Se imagina usted la cantidad de personas que desearían residir en Guatemala luego de decretada semejante ley! ¡Nuestro país se convertiría en el principal foco de atracción para todos aquellos que le teman a la muerte y deseen cumplir ese tan antiguo deseo de encontrar la fuente de la eterna juventud!
Como es costumbre, no tardaríamos en enterarnos los rumores sobre algunos funcionarios que empiezan a vender ciudadanías falsas a todos aquellos que desean disfrutar de la vida eterna en Guatemala. Probablemente también el Inguat contrataría un nuevo estudio para cambiar el lema del país, que ahora quedaría algo así: "Viva por siempre en la eterna primavera de Guatemala".
El único problema es que cuando los buscadores de la piedra filosofal lleguen acá se darán cuenta que, con todo y las buenas intenciones de los legisladores, la burocracia complicó todo y no se ha podido implementar la vida eterna porque al Congreso se le olvidó decretar el reglamento de la ley, además que no estableció la partida presupuestaria de donde se sacarían los recursos para implementar el Instituto Nacional de la Vida Eterna.
En Brasil, como en muchas partes, los legisladores han puesto al medio ambiente por encima de las personas, lo que lleva a los extremos antes citados. Acá, como también en muchos otros países, a los legisladores se les ha subido tanto a la cabeza el poder que llegan a creer que cualquier patraña que se les ocurra puede establecerse por medio de la legislación. ¡Amolados estamos!
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 15 de Diciembre de 2,005
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