La Oligarquía de la Tecnocracia Internacional sigue rebuznando.
La semana pasada cuando introduje el término de Oligarquía de la Tecnocracia Internacional, OTI, no pensé que iba a continuar con el tema, sin embargo, de allá para acá, sucedieron dos hechos que no sólo confirmaron mis aseveraciones sino que casi hicieron hervir mi sangre.
El primero. Durante la presentación de un proyecto organizado por varias empresas privadas, un representante de la FAO, armado con toda la pedantería que sólo puede dar el sentirse "moralmente superior" que los pobres diablos que lo escuchamos, dijo que hasta hace poco, el sistema de la OTI solamente se dignaba tratar con los gobiernos, pero que ya habían entendido que también había que tratar con "los demás", entre quienes incluyó a la "sociedad civil" y a las empresas. Continúo su exposición diciendo que, también hasta hace poco, a las empresas se les consideraba como "simples unidades de explotación económica".
¿Quién las consideraba así? Pues quién va a ser, la OTI, llena de burócratas resentidos que en su vida han producido nada, nunca han pagado una planilla, nunca han corrido un pinche riesgo con su propio dinero, nunca han pagado impuestos, pero eso sí, derrochan a manos llenas el dinero producido por esas "simples unidades de explotación económica" y que los gobiernos (los políticos, realmente), con su apoyo, les han arrebatado.
El segundo. Las cínicas y descaradas declaraciones de Günther Müssig, representante de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, publicadas este lunes en Prensa Libre. Como bien lo dice el reportero que hizo la entrevista, Müssig hizo alarde de una sinceridad poco común entre la OTI y reconoció que "no hay obra sin sobra", confirmando así que ellos están plenamente conscientes que los diputados, en este caso, se quedan con una "comisión" por conseguirle trabajo a empresas constructoras. Pero llegó todavía más lejos al indicar que "lo único que se puede criticar es que los precios sin el soborno podrían ser más bajos." Cómo se ve que de principios esta gente de la OTI no tiene la más mínima noción. Básicamente, acepta que la corrupción es la norma en las operaciones de la OTI, cuando dice que "lo otro sería cambiar un sistema mundial".
Müssig, coincidentemente, muestra el mismo desprecio, desdén y prejuicios hacia las actividades empresariales que el de la FAO cuando dice "¿quiénes tienen empresas? Los que tienen influencia, los ricos…"
Ante tanto descaro y desfachatez es poco lo que se puede decir. Lo único bueno es que la OTI poco a poco va perdiendo su máscara y cada vez es más notorio que no son la solución sino parte, si es que no la raíz, de los problemas que aquejan a los países pobres. ¡Ojalá algún día nos pudiéramos liberar de su perniciosa influencia!
Artículo publicado en Prensa Libre el jueves 23 de Febrero de 2,006
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